Acá 3 tesoros de este grandioso poeta libanés que en tinta mística nos comparte sobre el alma y la condición humana. aunque Khalil Gibran, nunca conoció la fama en vida, hoy sus letras alcanzan las cimas más altas. Estos son escritos del libro ‘El profeta, el Loco’, reflexionados Bajo la experiencia personal y a la luz del yoga.
M a t r i m o n i o
«Entonces Almitra habló de nuevo y dijo: —¿Y qué nos dices del Matrimonio, Maestro? Y él respondió, diciendo: —Habéis nacido juntos y juntos permaneceréis para todo y siempre.
Juntos estaréis cuando las blancas alas de la muerte dispersen vuestros días. Sí, juntos permaneceréis en la silenciosa memoria de Dios. Pero que haya espacios en vuestra comunión, y que los vientos del cielo dancen entre vosotros.
Amaos uno al otro, pero no hagáis del amor una traba: Que sea más bien un mar bullente entre las playas de vuestras almas. Llenad las copas el uno al otro, pero no bebáis en una sola copa. Compartid vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo. Bailad y cantad juntos y sed alegres; pero permitid que cada uno pueda estar solo, al igual que las cuerdas del laúd están separadas y, no obstante, vibran con la misma armonía.
Daos vuestro corazón, pero no os lo entreguéis en custodia. Ya que sólo la mano de la Vida puede guardar vuestros corazones. Vivid juntos, pero tampoco demasiado próximos; ya que los pilares del templo se erigen a distancia, y la encina y el ciprés no crecen a la sombra uno del otro.»
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Entre mis andares entre México y Colombia, estando a kilómetros de distancia de Satyadev, llegué donde mis padrinos mágicos. Conversábamos sobre el dolor que nos daba ver a una pareja de amigos separarse. Dani, enamorado del amor como yo, suspiró y dijo una frase que lo resume todo: “Felices para siempre, pero no necesariamente juntos.” Qué bello. Que duro. Que real.
Casarse es fácil, pero sostener el matrimonio es difícil.
Estar soltero es sencillo, pero sostener la soledad con cordura es retador.
En la vida, cualquier camino, exige una cuota de esfuerzo.
No está necesariamente mejor el que está sin pareja, pero tampoco encuentro derrota en renunciar a la forma: en elegir estar solo, en separarse o en divorciarse, si eso es lo que devuelve paz y estabilidad al alma en su camino de evolución. Kármicamente respondemos a acuerdos y pactos del pasado (vidas pasadas), y las relaciones no escapan a esa ley. Por eso estoy convencida que uno puede tener en una sola vida un amor, dos, muchos… o ninguno. Todo depende de las semillas que el alma sembró antes.
Gibran escribió: «que se comparta el pan, pero que no se coma del mismo bocado.» Y se me eriza la piel porque resuena profundo. Yo he sido de muchos amores en esta vida; hoy comparto mi vida con el Gran Amor de mi existencia: mi Satico. Vivimos en una convivencia intensa, día y noche, 24/7. Y, con la misma dicha, hemos atravesado estos muchos períodos y meses en continentes separados.
Un gran problema es que nos enseñaron a estandarizar las fórmulas del amor. Sufrimos cuando no encajamos en el molde. Pero la libertad comienza cuando soltamos expectativas y aprendemos a confiar en nuestra propia y única receta. El amor no es una represa, sino un río: si lo contienes, se estanca; si lo dejas fluir, alimenta.
Las relaciones merecen silencios sin palabras forzadas. En la presencia, respirar. En la ausencia, gozar y confiar. Esa libertad es la que sostiene la unión, no la que la quiebra. Amar sin asfixiar. Acompañar sin poseer. El matrimonio, es un campo de Sadhana: una escuela para aprender a amar de manera incondicional. Es que ante todo, el llamado siempre es priorizar siempre el crecimiento y el brillo personal, porque en últimas el verdadero hogar es UNO MISMO…
H i j o s
«Y una mujer que llevaba un niño en los brazos dijo: —Háblanos de los Hijos. Y dijo él: —Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas del ansia de la Vida por sí misma. Vienen a través vuestro, pero no son vuestros. Y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos, porque ellos tienen sus propios pensamientos. Podéis abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, pues sus almas habitan en la mansión del mañana, que vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños. Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no intentéis hacerlos a ellos como a vosotros. Ya que la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.
Sois los arcos con los que vuestros niños, cual flechas vivas, son lanzados. El Arquero ve el blanco en el camino del infinito, y Él, con Su poder, os tenderá, para que Sus flechas puedan volar rápidas y lejos. Que la tensión que os causa la mano del Arquero sea vuestro gozo, ya que así como Él ama la flecha que vuela, ama también el arco que permanece inmóvil.»
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“Tus hijos no son tus hijos: son flechas vivas lanzadas desde el arco de tu vida.” Ufff…. Un recordatorio que ningún alma pertenece a otra: todos estamos de paso, incluso en los vínculos más íntimos. Ser padre o madre es un acto de servicio, no de control. En esta vida he decidido no tener hijos. Siento, con certeza, que en el pasado ya fui madre; lo sé porque aún guardo la dulzura de esas impresiones y porque los niños siempre logran conmoverme y hacerme su amiga.
Tengo un único hermano, que también ha elegido (al menos hasta ahora) no tener hijos. No considero que estemos en desventaja o despropósito por no tenerlos. Estoy convencida que cada uno responde a un plan del Alma y vinimos a experimentar TODO aquello que nos haga crecer en consciencia, y a veces ese camino no incluye descendencia. Satyadev y yo, sin embargo, estamos rodeados de pequeños: los hijos de amigos que se han vuelto sobrinos, y con quienes mantenemos un lazo sagrado.
Algunos puristas dirán que sin la experiencia de la maternidad biológica no podría comprender ese amor. Tal vez tengan razón. Pero soy hija, he meditado mucho sobre el vínculo con mis padres, y también he sentido un amor materno profundo hacia alumnos y amigos. El instinto de nutrir y acompañar no se limita a la biología.
Al final, todo vínculo humano es un campo de práctica para el alma: con hijos o sin hijos, la vida es siempre una oportunidad para aprender a amar sin poseer, a servir sin esperar, a soltar sin miedo. La maternidad y la paternidad son solo una de las infinitas formas en que la Vida nos enseña a crecer en virtud y en libertad.
Los hijos no vinieron a cumplir las expectativas de los padres, sino a desplegar su propio dharma. Esta premisa podemos extenderla a toda relación: NADIE VINO A CUMPLIR MIS EXPECTATIVAS, sino a cultivar su propia misión. Cuando renuncio a la necedad de modelar a los demás a mi imagen, y me dispongo simplemente a apreciar y acompañar, me convierto en instrumento para que su espíritu encuentre el camino que le corresponde…
T r a b a j o
«Entonces un labrador dijo :—Háblanos del Trabajo. Y él respondió, diciendo: —Trabajáis para poder seguir el ritmo de la tierra y del alma de la tierra. Ya que el ocioso es un extranjero entre las estaciones, y se aparta del cortejo de la vida, que majestuosa y en orgullosa sumisión avanza hacia el infinito. Cuando trabajáis, sois una flauta a través de la cual se transforma en melodía el murmullo de las horas. ¿Quién de vosotros querría ser una caña muda y sorda mientras que todo canta al unísono?
Siempre se os ha dicho que el trabajo es una maldición y la labor un infortunio. Pero yo os digo que cuando trabajáis estáis realizando una parte del más ambicioso sueño de la tierra, desempeñando así una misión que os fue asignada al nacer ese sueño. Y al manteneros unidos al trabajo, en verdad estáis amando la vida. Y amar la vida a través del trabajo, es estar iniciado en el más íntimo secreto de la vida. Pero si en vuestro dolor llamáis al nacer, desgracia, y al peso de la carne, maldición inscrita sobre vuestras frentes, entonces yo os contesto que sólo el sudor de vuestras frentes lavará ese estigma.
También se os ha dicho que la vida es oscuridad, y en vuestro cansancio, repetís lo que aquellos cansados os dijeran. Y yo os digo que la vida es en verdad oscuridad, excepto donde hay un anhelo. Y todo anhelo es ciego, excepto cuando hay saber. Y todo saber es vano, excepto cuando hay trabajo. Y todo trabajo es inútil, excepto cuando hay amor. Y cuando trabajáis con amor, os integráis a vosotros mismos, y el uno al otro, y a Dios. ¿Y qué es trabajar con amor? Es tejer la tela con hilos sacados de vuestro corazón, como si vuestro bienamado debiera vestirla. Es construir una casa con afecto, como si vuestro bienamado debiera habitarla. Es sembrar la semilla con ternura y cosechar el grano con alegría, como si vuestro bienamado debiera comerlo. Es poner en todo lo que hagáis, un soplo de vuestra alma: Sabiendo que todos los bienaventurados difuntos os rodean y os observan.
A menudo os he oído decir, como si hablarais en sueños: Quien trabaja el mármol y halla la forma de su alma en la piedra, es más noble que aquel que labra la tierra. Y quien alcanza el arco iris y lo extiende sobre la tela a semejanza del hombre, es más que aquel que hace sandalias para nuestros pies. Pero yo digo, no en sueños, sino en pleno despertar del mediodía, que el viento no habla con más dulzura a la gigantesca encina que a la más ínfima de las hierbas del bosque. Y sólo es grande aquel que transforma la voz del viento en una canción hecha más dulce por su propio amor. El trabajo es el amor hecho visible. Y si no podéis trabajar con amor sino sólo con disgusto, es mejor que abandonéis el trabajo y que os sentéis a la puerta del templo a recibir la limosna de quienes laboran con alegría. Ya que si hacéis el pan con indiferencia, hacéis un pan amargo que sólo a medias apacigua el hambre del hombre. Y si prensáis la uva de mala gana, vuestro desgano destila veneno en el vino. Y aunque cantéis como ángeles, si no amáis la canción, cerráis los oídos que os escuchan a las voces del día y a las voces de la noche.»
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Khalil Gibran nos recuerda que “el trabajo es el amor hecho visible”. Y si no hay amor en lo que hacemos, por más que se cumpla la tarea, el fruto se vuelve amargo. Lo mismo enseña el Bhagavad Gita: “Solo tienes derecho a la acción, nunca a los frutos de ella.”
Pero cuidado: esta renuncia al fruto no significa indiferencia o desgano. Krishna nos advierte que el verdadero Yoga es ‘destreza en la acción’. Es decir, hacer cada cosa con atención, con belleza, con entrega, como si fuera una ofrenda. Renunciar al fruto no es renunciar al amor. Al contrario, es hacer del amor la motivación misma de la acción. No trabajo porque espero reconocimiento o recompensa, sino porque mi acción es el cauce visible de lo invisible: es mi manera de amar.
Así, cada gesto cotidiano, lavar un plato, escribir un correo, o acompañar a alguien en silencio, se convierte en Yoga, porque deja de ser una carga y se vuelve oración en movimiento. No importa la tarea: si mi corazón está en servicio, el trabajo se convierte en Yoga. El secreto no está en lo que hago, sino en cómo lo hago. Me repito mucho: Mis manos son medicina, y con ellas busco reparar lo que toco.